Decía Hannah Arendt respecto al criminal de guerra Adolf Eichmann que no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter especialmente retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó simplemente por un deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron un resultado del cumplimiento de órdenes con el fin de complacer a sus superiores. No pasaba de ser burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era realizado con celo y eficiencia, y consecuentemente, no había en él un sentimiento de "bien" o "mal" en sus actos. 

Se ha escrito mucho sobre la psicopatía en directivos de grandes empresas, pero también existe en todos los estamentos de la organización. La palabra psicópata da mucho miedo, pero ya he explicado en artículos anteriores que los psicópatas no son necesariamente individuos violentos o criminales. Sin embargo, sus características pueden tener un impacto significativo en el ambiente de trabajo.

Estas personas simulan ser amables actúan de forma persuasiva, lo que les permite ganarse la confianza de los demás rápidamente. Sin embargo, detrás de ese disfraz, a menudo existe esa falta de empatía, una tendencia a la manipulación y un deseo de poder desmesurado. Cuando esto ocurre, y se permite por parte de los responsables, la organización pone en peligro el factor humano. Esto es terrible porque puede llegar a destruir el ambiente de trabajo, no solo actual sino la creación de talento potencial. 

Para contrarrestar esto, es crucial promover un ambiente de respeto por las personas. Fomentar un ambiente donde se valoren las condiciones de trabajo y la empatía a la hora de implantar las políticas de la empresa. También es necesario establecer límites claros con honestidad premiando el liderazgo positivo.

Carlos Hernández Franco